20071104

Niebla Negra (parte 2 de 2)


Durante varios días Jack no salió de su casa en los muelles. Temblaba con cada ruido, con cada brisa de aire frío. En cada sonido le parecía oír la voz de aquel hombre que había aparecido frente a los niños. Se reía. Se reía y le miraba. Le miraba como si fuera su experimento, con el desdén que un médico mira al mono antes de practicarle la vivisección. Se sentía como hamster en laberinto. No veía la salida por ningún lugar. Abatido se fue a dormir, y allí soñó...

Ante él estaba su fantasma, su pesadilla. Pero entonces no tenía miedo. Siempre se había creído un tipo listo, podía engañar a cualquiera, ya lo había echo varias veces. Aquel espantajo con la capa y el sombrero parecía listo, pero no tanto como él. Desde lo más profundo de su pesadilla, el Jack adulto gritaba tratando de que las palabras que cruzaban su garganta no salieran de su boca. "quiero ser médico, y llegar a vivir en una de las mansiones desde donde ahora me miran con desprecio" Escupió, y el adulto en él lloró hasta desgarrarse los oídos. El ser que estaba frente al niño sonrío y dijo "claro que sí, solo recuerda nuestro trato, un día tendrás que devolverme el favor"

Despertó sobresaltado, lleno de sudor. Su respiración, demasiado agitada, le impedía escuchar nada. Aún recordaba cómo había evitado volver a ver a aquel hombre. Apareció frente a él unos años después, y Jack se negó a pagarle. Pero el hombre del sombrero era insistente. Aparecía siempre de noche, cuando el médico iba de visita a casa de sus pacientes. Nunca lo oía llegar. Le ponía nervioso, mirándole desde el otro lado de las ventanas mientras trataba de curar las enfermedades de los vecinos. Se burlaba de él tras los espejos. Lo amenazaba con susurros que el viento llevaba hasta sus oídos.

Se levantó torpemente y caminó hasta la ventana de su cuarto, la abrió, creyendo que el frío aire de la noche le haría algún bien. Había olvidado todo eso. Cuando marchó hacia Londres, dejando atrás amigos y familia, creyó dejar atrás también su pasado. Y había sido así hasta el incidente ocurrido unas noches atrás.

"El pasado reclama tu futuro Jack. Te dije que tarde o temprano tendrías que pagarme" Estaba sentado en el lecho de su cama, y le sonreía. La capa negra, el sombrero de copa. Los guantes blancos y la terrorífica sonrisa. Jack cayó hacia atrás de la impresión. Tartamudeaba. Sudaba. Pensó en pedir ayuda, pero no podía gritar. Pensó en salir corriendo, pero las piernas no le respondían. "He sido demasiado paciente contigo. Tu deuda ha ido acumulando intereses con el tiempo mi buen doctor. Solo puedes pagarme. Es más, solo puedes pagarme con tu vida. Puedes dármela para que yo me la lleve, o bien puedes quedártela, y hacer con ella exactamente lo que yo te diga. ¿Qué dices?"

Ante los ojos del médico pasó en aquel momento la película de su vida. Como de pronto, tras hacer el trato con aquel hombre le habían ofrecido un puesto en la mejor escuela de Francia. Su paso por la universidad. Su primer paciente. De nuevo el hombre de la capa. Su primer muerto. El segundo. Había perdido ya la cuenta de toda la gente que murió en sus manos cuando decidió huir de él. Huir de la visión que lo aterrorizaba en cada operación. Detrás de cada sombra, en cada sonido. Se volvió loco. El barco lo dejó en Londres, y se instaló en los muelles. Con sus contactos, conseguía morfina que vendía a los pobres y a los niños en los muelles. Todo había muerto ya. Dentro de él no había nada. Y el hombre de la Niebla Negra lo había encontrado de nuevo. No quería morir. Prefería servirle. Parpadeó. Él tenía la idea de que al parpadear aceptas una realidad. La miramos atónitos mientras tenemos abiertos los ojos, pero con cada parpadeo aceptamos el tiempo que ha pasado desde el anterior, y lo memorizamos como real. Parpadeó de nuevo. Y finalmente habló. "Esta bien, te serviré hasta que mi deuda haya quedado saldada. Pero no más" "Perfecto" sonrío "¿ves como no ha sido tan complicado? Ahora, mi buen Jack, ¿tienes tus herramientas a mano? Cierta cortesana también ha juzgado oportuno tratar de no pagarme..."

En la mente de Jack, la cordura fue poco a poco suplantada por los gritos de sus víctimas. Y su ego fue hinchándose más al creerse más listo que los policías que lo acosaban. Y mientras, en alguna oscura habitación de La Casa de Amalia, el Diablo ríe, mientras las brujas preparan el aquelarre...

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