20071029

Niebla Negra (parte 1 de 2)

"y desde su escotilla en una de las habitaciones de la Casa de Amalia, el Capitán Tahn vio como Alicia desembarcaba de un desvencijado cayuco en su País de las Maravillas. Y lloró"

La sombra que se recortaba contra la pálida luz de la luna se tapó el rostro con una bufanda de lana negra. Hacía frío aquella noche de invierno, y no había ni un alma por los muelles. Se apoyó contra la pared de un edificio ennegrecido por el hollín de las fábricas cercanas, y en silencio maldijo su suerte. La clientela escaseaba en invierno, y el único barco que tenía que llegar a puerto se había extraviado y nadie sabía nada. Paseó arriba y abajo por el muelle, lugar que apenas dentro de un par de horas se mostraría abarrotado de pescadores y compradores que madrugan tratando de llevarse las mejores gangas del día.

Una niebla, al principio tenue pero cada vez más espesa, fue invadiéndolo todo, y el cansino viandante, desorientado, se tuvo que parar para orientarse. Era una niebla extraña, persistente, y jugaba malas pasadas a nuestro protagonista, quien creía ver extrañas figuras moviéndose por el rabillo del ojo, solo para descubrirse a si mismo en una calle desierta. ¿O no tan desierta? De pronto comenzaron a oírse voces de niño en la lejanía, y a pesar de que el hombre trataba de caminar en dirección opuesta, las voces sonaban cada vez más y más cerca.

De pronto aparecieron ante él una decena de niños, mugrientos y llenos de hollín. Eran sin duda alguna los hijos de los trabajadores de las fábricas, los hijos del proletariado. Parecía que esperaban a alguien. ¿Le habrían visto a él? ¿A quién esperaban?

Mientras dudaba si mostrarse o no, ya que ninguno de los muchachos parecía haberse percatado de la presencia del extraño, uno de los niños, el más pequeño de todos señaló justo al otro lado de donde se encontraba el hombre de la bufanda negra. Allí, poco a poco fue dibujándose una sombra en la niebla, y como si surgiera de la misma niebla, apareció un hombre con alto y delgado. Vestía ropa negra y capa del mismo color, así como un sombrero de copa alto. Mostraba un aspecto pulcro y delicado frente a los niños, toscos y sucios. Se colocó bien sus anteojos, y se pudo observar que el único atuendo que no era negro eran unos guantes de seda blancos. El niño pequeño se adelantó, y dando muestras de una total falta de miedo, producto seguramente de la dura vida que debía llevar preguntó alto y claro "¿quién es usted?" y con lo que al hombre que observaba todo oculto en la niebla le pareció una sonrisa, el recién llegado contestó con su dulce voz:
"soy la Niebla Negra, Príncipe de los sueños que se Escapan de las Manos y de las esperanzas que no se pierden. Soy el fantasma de navidades futuras. El genio de la lámpara. Pedid y os concederé. Pero tened en cuenta que quedaréis en deuda conmigo, y habréis de devolverme el favor, da igual lo que yo os pida."

Y Jack el destripador, perdido en la niebla, escondido tras los muros negros, palideció mientras retrocedía espantado. Había visto a ese hombre antes, en otro lugar, en otra época. El Ladrón de Sueños, el que engañó al Diablo. Rezó para que no le viera y comenzó a retroceder, con la esperanza de perderle de vista en la niebla...

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